La agricultura ecológica promueve la integridad medioambiental y la fertilidad de nuestra tierra sin la utilización de productos químicos y/o pesticidas.
La preocupación de Aceites GIL LUNA por el entorno se traduce en el cultivo, cosecha, molturación y embotellado de una materia prima propia que asegura la obtención del mejor de los aceites con sabor frutado, natural y aroma inconfundible.
Aceites GIL LUNA dispone en propiedad de 6000 olivos certificados en producción ecológica, muchos de ellos ejemplares centenarios con más de 300 años de antigüedad, certificados por C.A.A.E, el organismo de control y regulación de los productos ecológicos en nuestro país desde 1991. Esto quiere decir que nuestros olivos son tratados con productos orgánicos autorizados y específicos para olivar ecológico, obteniendo un aceite puro, natural, solo zumo de aceitunas, nuestro oro líquido, nuestro SABOR DE LUNA.
La totalidad de nuestros aceites son de primera extracción en frío un producto de máxima calidad. Nuestro cuidado proceso de producción del aceite de oliva es la expresión de nuestra propia esencia, un símbolo de identidad que año tras año intentamos mejorar.
Un aceite coupage, elaborado con tres variedades de aceitunas: Hojiblanca, Picual y Zorzaleña, esta última endémica de la zona.
Nuestra empresa ha apostado por la calidad y para ellos hemos adelanto a mediados de octubre la recolección de las aceitunas. Las primera aceitunas son las de más calidad, obteniendo aceites con más sabor y con todas sus propiedades.
En esta finca de olivos centenarios, también se encuentra una casa con más de un siglo, y en uno de sus patios aún quedan vestigios de un antiguo molino de aceite y restos de antigüedades de más de cien años. Nosotros conservamos aún la prensa, que es una reliquia del pasado, que a veces los que la tenemos, no sabemos apreciarlo, y es algo de incalculable valor de la historia del pasado.
Los agricultores de aquella época, traían las aceitunas a ese molino tradicional siendo trituradas mediante procedimiento s rudimentario. Un mulo daba vueltas continuamente moviendo las piedras con las que trituraban las aceitunas. El aceite obtenido era guardado para su conservación en tinajas que tenían enterradas baja tierra, para así poder mantenerlo con más calidad todo el año.